En la historia criminal de Gran Bretaña, pocos casos han generado tanto horror como el de Beverley Gail Allitt, una enfermera pediátrica que traicionó el juramento de cuidar a los vulnerables.
Entre febrero y abril de 1991, Allitt cometió una serie de crímenes espeluznantes en el Hospital Grantham and Kesteven, convirtiéndose en una de las asesinas en serie más infames del Reino Unido.
Este artículo explora su vida, los detalles de sus crímenes y el impacto que tuvo en el sistema de salud británico.
La infancia y los primeros indicios de comportamiento perturbador
Beverley Gail Allitt nació el 4 de octubre de 1968 en Corby Glen, Lincolnshire. Creció en una familia de clase trabajadora y aparentemente tuvo una infancia normal. Sin embargo, desde joven mostró comportamientos que presagiaban su futuro oscuro.
Allitt buscaba atención constantemente y frecuentaba hospitales con dolencias imaginarias o auto-infligidas, un rasgo asociado al trastorno de personalidad conocido como síndrome de Münchhausen. En un momento dado, fingió tanto que le dolía el apéndice que terminaron extirpándoselo.

Este comportamiento se intensificó con los años. A pesar de no destacar académicamente, Allitt decidió estudiar enfermería, un campo que le proporcionaba acceso a personas vulnerables y una posición de poder. Durante su formación, sus compañeros y supervisores notaron su actitud negligente y su afán por inventar historias para llamar la atención. A pesar de las señales de advertencia, logró completar su formación y obtuvo un puesto en la unidad pediátrica del Hospital Grantham and Kesteven.
«No podía evitarlo. Era como si tuviera que demostrar que podía manejarlo todo, incluso cuando no era así» Beverley Allitt
Una asesina en la sala de pediatría
Entre febrero y abril de 1991, Beverley Allitt desató un reinado de terror en la sala pediátrica del hospital donde trabajaba. Durante este período, 13 niños sufrieron ataques inexplicables mientras estaban bajo su cuidado. De ellos, cuatro murieron y otros nueve sobrevivieron, aunque algunos quedaron con secuelas físicas y psicológicas permanentes.
«Siempre cuidé de ellos como si fueran míos. No quería hacerles daño, pero algo dentro de mí no podía parar» Beverley Allitt
Allitt utilizaba métodos variados para atacar a sus víctimas, lo que dificultaba la detección inmediata. Entre sus técnicas, administraba dosis letales de insulina o potasio, provocando paros cardíacos o hipoglucemia severa. En otros casos, obstruía las vías respiratorias de los niños.

Estas son las víctimas letales de Beverley Allitt:
Liam Taylor (7 semanas)
El pequeño fue ingresado por una leve neumonía. Allitt fue quien lo atendió cuando ingresó en el hospital. A pesar de que había reaccionado bien en las primeras horas al tratamiento, el bebé terminaría falleciendo por fallas respiratorias un día más tarde.
Timothy Hardwick (11 años)
Ingresó a la sala 4 de pediatría. El joven sufría parálisis cerebral y era ciego de nacimiento, fue internado tras padecer un caso de epilepsia. Tan sólo unas horas después, sufrió complicaciones respiratorias para finalmente fallecer.
Becky Phillips (2 meses)
Ingresó al hospital por una gastroenteritis. Tras dos días ingresada, finalmente fue dada de alta y sus padres la llevaron a casa, para finalmente terminar falleciendo esa misma noche. Más tarde se descubrió que había estado bajo el «cuidado» de Allit. Los padres no imaginaban que su hija podía haber sido asesinada por la «amable» enfermera Beverley Allit.
Claire Peck (15 meses)
La pequeña ingresó por ataques de asma. Tras recibir una dosis letal de potasio administrada por Allitt, Claire sufrió dos paros cardíacos y murió.
El descubrimiento y la investigación
Inicialmente, los ataques pasaron desapercibidos debido a la confianza depositada en Allitt como enfermera. Sin embargo, el patrón de incidentes comenzó a levantar sospechas. ¿Por qué tantos niños aparentemente sanos sufrían complicaciones graves o incluso fallecían bajo su cuidado?
Una investigación interna fue iniciada por el hospital, y los médicos notaron niveles anormales de insulina y potasio en las víctimas. Las sospechas recayeron sobre Beverley Allitt, quien había estado presente en cada uno de los incidentes.
«No siempre estaba claro por qué ocurrían las cosas. A veces simplemente sucedían, y yo estaba ahí» Beverley Allitt
A pesar de no haber pruebas contundentes en su contra, Beberly fue suspendida temporalmente de sus funciones hasta que el caso se aclarara. Fue en ese momento cuando decidió mudarse a la casa de una amiga para evitar el acoso de la prensa.
A los pocos días, el perro de la familia de su amiga comenzó a sufrir diversos ataques y a soltar espuma por la boca, para después fallecer. Unos días más tarde de este suceso, el hermano de Tracy, su amiga, perdería el conocimiento por un ataque hipoglucémico que fue provocado por un juego que Allitt le había dado. La misma Tracy fue quien llamó a la policía para que se llevaran a «su amiga».

En mayo de 1991, Allitt fue arrestada. Se le pudo ver sonriendo y emocionada, pues era el centro de atención mediática. Durante los interrogatorios, mostró frialdad y negó cualquier participación en los crímenes. Sin embargo, las pruebas forenses, junto con el testimonio de testigos, la vincularon directamente a los ataques.
El juicio y la condena
El juicio de Beverley Allitt comenzó en 1993 y se convirtió en un espectáculo mediático debido a la gravedad de los crímenes. Los fiscales presentaron pruebas contundentes, incluyendo registros hospitalarios y análisis químicos que demostraban la manipulación de medicamentos.

Los expertos en salud mental diagnosticaron a Allitt con síndrome de Münchhausen por poder, un trastorno psicológico en el que una persona busca atención causando daño a otros, generalmente en un entorno de cuidado. Este diagnóstico ayudó a explicar su motivación, pero no mitigó la gravedad de sus actos.
El 28 de mayo de 1993, Beverley Allitt fue declarada culpable de cuatro cargos de asesinato, tres de intento de asesinato y seis de causar daño grave con intención. Fue condenada a 13 cadenas perpetuas, con una recomendación de que nunca fuera liberada. Actualmente, cumple su condena en un hospital psiquiátrico de alta seguridad.
«No puedo cambiar lo que pasó, pero si pudiera, lo haría» Beverley Allitt
El impacto en el sistema de salud
El caso de Beverley Allitt sacudió los cimientos del sistema de salud británico y planteó serias preguntas sobre la supervisión en los hospitales. ¿Cómo pudo una enfermera con antecedentes de comportamiento preocupante acceder a una posición tan crítica?

A raíz de los crímenes, se implementaron medidas más estrictas para monitorear el personal hospitalario y prevenir incidentes similares. Esto incluyó una mayor supervisión de las unidades pediátricas, controles más rigurosos en los historiales laborales y psicológicos del personal, y el desarrollo de sistemas para detectar patrones anormales en los tratamientos administrados.
Reflexiones sobre el caso
El caso de Beverley Allitt es un recordatorio de que incluso en lugares destinados al cuidado y la protección, puede esconderse el mal. Su historia no solo impactó a las familias de sus víctimas, sino también a una nación que luchó por comprender cómo alguien pudo traicionar de manera tan atroz el rol de cuidadora.
El «Ángel de la Muerte» no era simplemente una asesina; era una persona profundamente perturbada cuyas acciones dejaron un legado de dolor y desconfianza. Al estudiar casos como el suyo, se busca no solo justicia para las víctimas, sino también lecciones para evitar que tragedias similares vuelvan a ocurrir.