Pedro Rodrigues Filho, más conocido como Pedrinho Matador, es uno de los asesinos en serie más famosos, temidos y a la vez mitificados de todo Brasil. Su nombre está envuelto en leyendas de justicia personal, violencia extrema y momentos tan macabros que parecen escritos para un guion de terror. Aun así, su historia es tan real como perturbadora.
Oficialmente se le atribuyeron 71 asesinatos, aunque él mismo sostuvo hasta el final de sus días que mató a más de 100 personas, la mayoría criminales, violadores, asesinos y narcotraficantes. De ahí que muchos lo llamaran el “Dexter brasileño”, ese tipo de asesino que, según afirmaba, solo mataba a quienes “se lo merecían”.
Pero detrás del mito del justiciero se esconde una figura mucho más compleja, moldeada por una infancia brutal, un entorno de violencia constante y una concepción casi primitiva de la justicia. Este artículo explora su vida desde el nacimiento hasta su muerte, con especial atención a los episodios más oscuros y sangrientos que marcaron a Pedrinho Matador como una figura única en el mundo del crimen latinoamericano.
Infancia en el infierno: violencia antes de nacer
Pedro Rodrigues Filho nació el 29 de octubre de 1954 en Santa Rita do Sapucaí, Minas Gerais. Su historia delictiva suele describirse como inevitable, porque incluso antes de nacer ya había sido víctima de violencia: su padre, un hombre agresivo y alcohólico, golpeó a su madre embarazada en el vientre durante una discusión.
El golpe, según relató Pedro años después, hundió un hueso de su cráneo, deformidad que mantuvo de por vida. Muchos expertos creen que este traumatismo prenatal pudo afectar el desarrollo de su impulsividad y personalidad violenta.
Creció rodeado de pobreza, discusiones, amenazas y golpes. Pedro veía cómo su padre maltrataba a su madre de manera casi diaria. En aquel ambiente, aprendió muy pronto una lección fatal: la violencia era el lenguaje normal de su hogar.
Él mismo contaría después:
“Aprendí desde niño que quien no golpea, recibe. Y yo decidí golpear primero.”
A los 13 años ya había intentado matar: empujó a un primo hacia una máquina de moler caña de azúcar tras una pelea. El primo sobrevivió, pero aquello fue el preludio de lo que estaba por venir.
El primer asesinato: justicia por mano propia
Con solo 14 años cometió su primer asesinato consumado, y lo hizo motivado por un concepto de justicia tan retorcido como violento.
Su padre trabajaba como guardia escolar, pero fue despedido tras ser acusado de robar comida de la cocina. Pedro estaba convencido de que su padre era inocente y que el verdadero culpable era otro empleado. Movido por la rabia y el sentido de honor familiar, Pedro tomó una escopeta y disparó dos veces al vicealcalde, responsable del despido.
Días después mató también al hombre al que creía el verdadero ladrón.
Fue en ese momento cuando nació Pedrinho Matador, el adolescente asesino que no volvería a detenerse durante décadas.
Tras el doble homicidio, huyó a Mogi das Cruzes, en São Paulo, un territorio dominado por bandas criminales, narcotraficantes y violencia callejera. Allí, lejos de esconderse, se hundió todavía más en el mundo del crimen.
Relación con “Botinha” y un baño de sangre por venganza
En Mogi das Cruzes conoció a Maria Aparecida Olympia, apodada Botinha, quien estaba vinculada al narcotráfico local. Pedro se enamoró profundamente de ella y la relación parecía traerle algo parecido a la estabilidad. Botinha quedó embarazada, y Pedro afirmaba que iba a “cambiar de vida”.
Pero el destino se encargó de recordarle su camino sangriento.

Una banda rival –un poderoso grupo de narcotraficantes con fama de extremadamente crueles– asesinó a Botinha. Según Pedro, la mataron porque pensaban que ella tenía información sobre dinero robado.
Ese fue el episodio que confirmó definitivamente el monstruo dentro de él.
Pedro juró:
“Por Botinha, mataré a todos los que participaron. A todos.”
Y cumplió su palabra.
La venganza contra el narco: la matanza de un cartel entero
Este episodio es una de las partes más oscuras, brutales y menos conocidas de su historial.
Tras investigar por su cuenta, Pedro descubrió que detrás del asesinato de Botinha estaba un conocido narcotraficante local, junto a varios de sus sicarios. En vez de atacarlos uno por uno, Pedrinho planificó una venganza masiva, llevada a cabo con cálculo, furia y sangre.
Infiltración en la fiesta
El narco organizó una fiesta en una granja alejada del centro. Pedro, que ya tenía fama en círculos criminales, aprovechó el caos del ambiente para entrar fingiendo ser un aliado de otro grupo aliado.
Una vez dentro, esperó hasta que los guardias estuvieran distraídos. Entonces, armado con una pistola y un cuchillo, comenzó su ataque.
El exterminio
Relatos policiales de la época indican que Pedro mató a tiros y puñaladas a varios sicarios, rematando incluso a hombres que ya estaban en el suelo. Lo describen moviéndose con frialdad quirúrgica, centrado únicamente en llegar al objetivo principal: el jefe narco.
Lo encontró en una habitación, intentando huir por una ventana. Pedro lo apuñaló repetidas veces mientras gritaba:
“Esto es por ella.”
Posteriormente contó que disfrutó del acto, porque el hombre “lo merecía”.
La masacre terminó con un cartel prácticamente eliminado por completo. Es uno de los episodios que reforzaron su leyenda como “asesino de asesinos”, pero también revelan su capacidad para planificar, ejecutar y sobrevivir a escenarios extremadamente violentos.
Una frase que lo define: el nacimiento del monstruo
A menudo, cuando le preguntaban por qué mataba, Pedro respondía sin titubear:
“No molesto a nadie… pero si alguien cruza mi camino, lo mato.”
Y también:
“Soy así. Mato, mato y mato.”
Estas frases –duras, directas y sin rastro de arrepentimiento– muestran a un hombre que veía la muerte como una herramienta natural de supervivencia y poder.
Los asesinatos continúan: el infierno dentro de las cárceles
En 1973, Pedro fue detenido. Se esperaba que su carrera terminara ahí. Pero sucedió lo contrario: la cárcel se convirtió en su nuevo territorio de caza.
Se estima que cometió más de 40 asesinatos en prisión, convirtiéndose en uno de los reclusos más temidos del país.

Entre los episodios más conocidos:
El asesinato dentro del coche policial
Mientras era trasladado junto a otro preso, esposados los dos, Pedro lo mató durante el trayecto porque descubrió que era un violador.
Sobre ese crimen dijo:
“Lo maté porque fue mejor así. No merecía vivir.”
Sobrevivir en el infierno
Pedro fue enviado a prisión con los presos más peligrosos del país. En su primer día, otros reclusos quisieron violarlo, pero él mató a uno y dejó malherido a otro.
Ese acto selló su reputación: un asesino incluso para los asesinos.
El asesinato más macabro: su propio padre
Uno de los momentos más brutales de su vida ocurrió cuando, ya siendo un asesino respetado y temido dentro del sistema penitenciario, descubrió que su padre –encarcelado por matar a la madre de Pedro– estaba recluido en el mismo penal.
Pedro pidió verlo.
Lo apuñaló más de veinte veces. Y luego, en un acto tan simbólico como aterrador, le abrió el pecho, arrancó su corazón y mordió un pedazo.
Años después diría:
“No me arrepiento. Si pudiera volver atrás, lo mataría otra vez.”
El mito del “justiciero”
Los medios ayudaron a construir la imagen de Pedro como un héroe oscuro, un vengador que eliminaba criminales peligrosos. Incluso se llegó a decir que Jeff Lindsay, autor de Dexter, se inspiró parcialmente en su historia.
Pedro aprovechó esta narrativa para ganar respeto en prisión y popularidad fuera de ella. Pero la verdad es más compleja:
-
También mató por orgullo.
-
Mató por celos.
-
Mató por discusiones mínimas.
-
Y mató para demostrar poder.
No era un héroe. Era un asesino extremadamente violento que encontró un discurso conveniente.
Aun así, él defendía su “código moral”:
“Nunca maté a inocentes. Solo a los que lo merecían.”
Sin embargo, múltiples investigaciones contradicen esta afirmación.
La libertad y el extraño giro hacia YouTube
Después de más de tres décadas preso, Pedro fue puesto en libertad en 2007. Volvieron a detenerlo por delitos menores en 2011, y al salir definitivamente en 2018 dio un giro sorprendente: se convirtió en youtuber bajo el nombre “Pedrinho EX Matador”.

En sus vídeos:
-
Daba consejos para no entrar en el mundo del crimen.
-
Comentaba casos delictivos.
-
Hablaba de su pasado con aparente arrepentimiento.
Pero incluso ahí, su lado oscuro afloraba. En una grabación dijo:
“Si yo no hubiera cambiado, hoy habría más muertos en Brasil.”
El canal llegó a cientos de miles de suscriptores. Para algunos, era un ejemplo de rehabilitación. Para otros, un asesino convertido en influencer.
La muerte del asesino: ejecutado en plena calle
El 5 de marzo de 2023, Pedro Rodrigues Filho fue asesinado en Mogi das Cruzes, la misma zona donde décadas atrás había derramado tanta sangre.
Tres hombres se acercaron en un coche, le dispararon y luego uno de ellos lo remató con un cuchillo, cortándole el cuello hasta casi decapitarlo.
Murió como vivió: violentamente y sin redención posible.
Reflexiones finales: ¿vengador o monstruo sin frenos?
La figura de Pedrinho Matador genera fascinación, miedo y controversia. Su vida plantea preguntas inquietantes:
-
¿Puede alguien criado en el infierno convertirse en otra cosa que un monstruo?
-
¿Existe realmente un “asesino justo”?
-
¿Puede la sociedad convertir a un homicida en un antihéroe?

Pedro nunca mostró verdadero arrepentimiento. Justificaba sus crímenes, los relataba con orgullo e incluso con humor. Gobernó cárceles enteras a base de sangre y terror. Mató por venganza, por celos, por ira y por placer.
Y aun así, Brasil lo convirtió en mito.
Su historia sirve como recordatorio de que la línea entre justicia y barbarie puede desvanecerse cuando la violencia se normaliza. Pedro Rodrigues Filho no fue Dexter. No fue un héroe. Tampoco un demonio sobrenatural.
Fue, simplemente, un producto extremo de un mundo extremo, un hombre que encontró en la muerte su única forma de comunicación con el mundo.
Y lo llevó hasta las últimas consecuencias.



