Cuando se habla de asesinos en serie, solemos imaginar figuras masculinas: Ted Bundy, John Wayne Gacy, Jeffrey Dahmer. Pero pocas veces se menciona a la mujer que, según muchos investigadores, podría haber sido una de las asesinas más letales de la historia de Estados Unidos. Su nombre era Belle Gunness, y su historia es una mezcla perturbadora de engaño, ambición, muerte y misterio.
A finales del siglo XIX y principios del XX, esta mujer de imponente presencia física —medía casi 1,83 metros y pesaba más de 90 kilos, un tamaño descomunal para la época— gestionó una operación de asesinato y enriquecimiento que destrozó vidas y dejó un rastro de cadáveres difícil de cuantificar. Algunos expertos creen que Belle mató a más de 40 personas, aunque las cifras reales podrían ser aún mayores.
A diferencia de otros asesinos en serie, Belle no actuaba movida por ira o impulsos psicosexuales. Su motivación era más fría, más calculada, más cruel: dinero, poder y supervivencia personal.
Una infancia oscura y un carácter forjado en la dureza
Belle Gunness nació como Brynhild Paulsdatter Størseth en Selbu, Noruega, en 1859. Su infancia fue pobre y dura, marcada por el trabajo físico y una personalidad introvertida, aunque ya por entonces mostraba señales de carácter fuerte, incluso agresivo.

Testigos de su juventud relataron años después ciertos comportamientos inquietantes. Una antigua amiga aseguró que Belle era capaz de mantener un rencor de años y justificaba cualquier represalia diciendo:
“Si alguien me hace daño, lo pagaré. Y lo pagaré caro.”
A los 20 años ocurrió un episodio que algunos consideran el verdadero punto de inflexión en su vida. Se cree que Belle quedó embarazada de un joven adinerado del pueblo, pero la familia de él rechazó el matrimonio. Poco después, la joven sufrió lo que describieron como un ataque contra su abdomen durante un baile local. El bebé murió.
Belle cambió desde ese día. Dejó de ser una joven normal y se convirtió en una mujer silenciosa, vengativa, capaz de mentir sin pestañear y de manipular con facilidad inquietante.
A los 21 años emigró a Estados Unidos con un objetivo claro: reinventarse.
Chicago: primeros matrimonios, primeros cadáveres
En Estados Unidos, Brynhild pasó a llamarse Belle, un nombre más apropiado para su nueva identidad. En 1884 se casó con un carpintero llamado Mads Sorenson. La pareja abrió una tienda de dulces, pero el negocio fracasó misteriosamente tras varios incendios sospechosos.
Los seguros cubrieron las pérdidas una y otra vez.
Durante su matrimonio, cuatro de sus hijos murieron en circunstancias inexplicables, oficialmente de colitis aguda. Los médicos de la época sabían que esa enfermedad podría estar relacionada con intoxicación severa… pero nadie investigó más.

Belle siempre lloraba con dramatismo frente a los cuerpos de sus hijos, pero testigos aseguraron que lo hacía “como si recitara una obra”, sin emoción real.
Una vecina comentó que Belle solía decir:
“Los niños son un regalo… pero la vida es dura y Dios decide quién se queda y quién no.”
La frase, interpretada entonces como resignación religiosa, hoy se lee con escalofrío.
La muerte de su primer marido
En 1900, el día exacto en que se solapaban dos pólizas de seguro de vida de su esposo, Mads murió repentinamente.
Belle aseguró que había sufrido un ataque cardíaco. Curiosamente, una de las pólizas vencía ese mismo día, y la otra comenzaba. Por “prudencia”, Belle cobró las dos.
El médico, al ser preguntado, dudó, pero finalmente aceptó la versión y no investigó más. No existían pruebas concluyentes y Belle era convincente, buena actriz, y sobre todo, socialmente respetada.
Con ese dinero, compró una granja en La Porte, Indiana.
Aquel lugar sería conocido más tarde como:
La Granja de la Muerte.
La Porte: la fábrica de asesinatos
En Indiana, Belle se presentó como una viuda seria, trabajadora, fuerte y maternal. Adoptó varios niños, entre ellos una niña llamada Jennie Olsen, que sería clave en la historia.
La granja era enorme y aislada, el escenario perfecto para crímenes discretos y enterramientos clandestinos. Belle colocó anuncios matrimoniales en periódicos escandinavos:
“Viuda honesta y trabajadora, propietaria de una granja próspera, busca caballero serio, con medios, dispuesto a una unión estable. Favor presentarse en persona. Se requiere discreción.”
Los hombres llegaban desde todo Estados Unidos con maletas llenas de ahorros, joyas o títulos de propiedad. A Belle le bastaban unas semanas de trato amable para ganarse su confianza.
Y entonces desaparecían.

El patrón era casi siempre el mismo:
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El hombre entregaba sus bienes a Belle “como prueba de compromiso”.
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En las noches, se escuchaban ruidos de lucha o golpes.
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Al día siguiente, Belle decía que “el pretendiente se había marchado de vuelta al Este”.
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Las pertenencias de las víctimas se vendían en secreto.
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El cadáver se enterraba en el terreno de los cerdos… o se daba de comer a los mismos animales.
Una frase atribuida a Belle por uno de los pocos sobrevivientes que huyó de la granja fue:
“Un hombre enamorado hace lo que uno le pide… y calla para siempre si es necesario.”
Jennie Olsen, la hija adoptiva que sabía demasiado
Jennie, la hija adoptiva de Belle, era una adolescente inteligente y observadora. Con el tiempo empezó a sospechar que algo oscuro sucedía en la granja. En varias ocasiones comentó en la escuela:
“Mi madre mata a los pretendientes. No deberían venir aquí.”
El comentario fue interpretado como una broma macabra de una adolescente. Pero meses después, Jennie desapareció.
Belle explicó que había sido enviada a estudiar a un colegio religioso. Nunca volvió.
Años más tarde serían sus restos los que encontrarían en las fosas de la granja.
La trampa final: el caso Ray Lamphere
En 1906, Belle contrató a Ray Lamphere como jornalero. El hombre se enamoró obsesivamente de ella, pero Belle solo lo utilizó para sus tareas.
Cuando Ray comenzó a mostrar celos y a hablar demasiado de los “hombres que desaparecían”, Belle lo despidió. El resentimiento fue inmediato.

Belle empezó a temer que Ray la denunciara, así que buscó un último pretendiente con dinero: Andrew Helgelien, un granjero de Dakota del Sur.
Andrew llegó a la granja con más de 2.000 dólares, y poco después desapareció.
Su hermano, Asle Helgelien, comenzó a sospechar. Belle, nerviosa por primera vez, fue al abogado del pueblo declarando:
“Ray Lamphere me está persiguiendo. Dice que va a matarme y quemar mi granja.”
Pidió protección. Temía, en realidad, que Ray revelara todo.
Unos días después, la casa de Belle Gunness ardió en llamas.
El incendio: ¿muerte o desaparición?
Entre los restos calcinados de la casa hallaron:
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un cadáver decapitado de una mujer,
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y los cuerpos de tres niños.
Los vecinos creyeron que era Belle… pero aquel cuerpo era demasiado pequeño. Belle era enorme, imponente, imposible de confundir. La autopsia determinó que la mujer muerta no podía ser Belle.
La cabeza nunca apareció.
Ray Lamphere fue arrestado como responsable del incendio. Durante el juicio afirmó:
“Belle Gunness sigue viva. Yo solo ayudé a encender algo en su porqueriza, pero ella ya se había ido. Está en algún lugar riéndose de todos nosotros.”
Antes de morir en prisión, Ray confesó a un sacerdote que Belle:
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asesinaba a los hombres con un hacha,
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los destripaba,
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los enterraba o los daba de comer a los cerdos,
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y que él mismo había ayudado a enterrar cuerpos.
También dijo algo que quedó grabado para siempre:
“Nunca vi a alguien matar como ella. No tenía alma. No tenía miedo. Solo hacía lo que le convenía.”
El sacerdote preguntó si la mujer que murió en el incendio era Belle.
Ray respondió:
“No. Ella la eligió porque tenía su tamaño. La decapitó. Tenía todo planeado.”
Las fosas de la muerte
Tras el incendio, el hermano de Andrew Helgelien no se dio por vencido. Insistió a la policía para que investigaran el terreno.
Lo que encontraron fue una escena dantesca.
A lo largo del terreno de la granja:
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cráneos,
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torsos sin piernas,
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huesos triturados,
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cuerpos parcialmente desmembrados,
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bolsas llenas de restos humanos,
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cadáveres de hombres, mujeres y niños.
Entre ellos estaba Jennie, la hija adoptiva.

El sheriff declaró horrorizado:
“Era como una carnicería humana bajo tierra.”
El total de cuerpos confirmados fueron más de 12, pero se estima que Belle pudo haber matado entre 25 y 40 personas. Algunos investigadores suben la cifra a 50 o más.
Las autoridades jamás pudieron cerrar la investigación. No había forma de saber con precisión cuántos cuerpos más podrían haberse destruido por la acción de los cerdos o del tiempo.
¿Qué pasó realmente con Belle Gunness?
Esa es la pregunta que continúa flotando más de un siglo después.
Los expertos manejan varias teorías:
1. Belle murió en el incendio
Es la versión que muchos quisieron creer: que murió junto a sus hijos, víctima de su propio horror.
Pero nadie pudo explicar por qué:
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el cuerpo no coincidía con su estatura,
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ni con su complexión,
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ni con su estructura ósea.
2. Belle preparó su escape y fingió su muerte
Esta teoría es la más aceptada.
Los hechos que la sustentan:
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vendió muchas de sus pertenencias antes del incendio;
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retiró gran parte de su dinero del banco;
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fue vista comprando carne y ropa infantil días antes del fuego;
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la mujer encontrada tenía los dientes intactos, pero Belle tenía varios arreglos dentales;
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Ray Lamphere la incriminó… pero también la señaló como viva.
Tras el incendio, se reportaron múltiples testimonios que aseguraban verla en:
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Chicago,
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San Francisco,
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Nueva York,
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y varios pueblos del Medio Oeste.
Una mujer robaba identidades, pedía préstamos y huía sin dejar rastro. Su descripción coincidía con Belle.
3. Belle Gunness vivió bajo otro nombre y siguió matando
Es la teoría más inquietante.
Algunos investigadores creen que la granja de La Porte fue solo su etapa “más activa”, pero no la única.
El FBI, en informes desclasificados décadas después, consideró que Belle podría haber seguido viviendo bajo identidades falsas hasta entrados los años 30 o 40.
Nunca fue encontrada.
El mito de Belle Gunness: la asesina perfecta
Mientras otros asesinos cometían errores o actuaban impulsivamente, Belle Gunness fue distinta:
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calculadora,
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fría,
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metódica,
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inteligente,
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económicamente motivada,
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capaz de manipular a cualquier hombre,
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capaz de desaparecer sin dejar rastro.

Su perfil psicológico encaja en lo que hoy sería:
Una psicópata depredadora con alto control emocional.
Las frases atribuidas a ella por testigos describen un alma sin empatía:
“Los hombres creen lo que quieren escuchar.”
“Todos confían en una viuda llorando.”
“El dinero es lo único que da libertad.”
Su granja era más que una casa: era un matadero humano.
No mataba por amor.
No mataba por odio.
Mataba por conveniencia económica.
¿Por qué Belle Gunness sigue fascinando al mundo?
La historia de Belle lo tiene todo:
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asesinatos múltiples,
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manipulación emocional,
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niños desaparecidos,
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hombres víctimas del amor,
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cuerpos enterrados,
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incendios,
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confesiones ambiguas,
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y un final abierto.
En un país obsesionado con los asesinos en serie masculinos, Belle Gunness rompe los esquemas:
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era mujer,
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era extranjera,
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era madre adoptiva,
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era respetada,
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y era invisible a ojos de su comunidad.
Mató durante años a plena vista y nadie sospechó nada. Su granja parecía un símbolo de esfuerzo. Su mirada fría y su aspecto de mujer fuerte la hacían ver “segura”, pero esa seguridad era la de un depredador observando a su presa.
Belle Gunness no fue solo una asesina en serie.
Fue una maestra del crimen, una manipuladora profesional, una fantasma que desapareció justo cuando estaban a punto de atraparla.
Su historia no terminó con su granja en llamas.
Terminó cuando decidió que era hora de ser otra persona.
Y lo más perturbador es que probablemente lo logró.



